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La aceptación es un concepto muy común en nuestras pláticas diarios. Puede que pocos entiendan el sentido original de lo que el término quiere comunicar, sin embargo, la generalización del concepto nos ha llevado a familiarizarnos tanto con él que podemos creer que lo vivimos. Lo cierto es que, frases como: “me acepto tal cual soy” muy pocas veces proceden de personas que realmente lo están viviendo. Sobre todo en una sociedad de apariencias, de competencia, de juicios y de ideas distorsionadas respecto a uno mismo.


 

Vivimos en una época de supuestos. La verdad como algo objetivo y único, se ha perdido, no forma parte de nuestra cultura. Es fácil hacerse adepto de una ideología, formar parte de algún partido, o implementar ciertas creencias de las cuales ni siquiera se tengan certezas de ser correctas. Y el problema mayor de todo esto es que no existe ninguna preocupación al respecto.

Los partidos políticos se han aprovechado de esto por muchos años, pero no sólo ellos, también las grandes corporaciones, organizaciones religiosas,  y muchos más. Claramente eso está mal, pero no por eso es menos horrorosa la actitud de aquel que acepta todo sin cuestionar, dando todo por cierto sin ninguna crítica al respecto.


 

Por: Anibal Godoy

 

Nacer de nuevo es salir

del agua renovado,

es haber creído lo anunciado, 

es entregarse a aquel

que te ha salvado.


 

Uno de los temas más importantes de la Biblia es la salvación, nuestra salvación, y su importancia es obvia, pues sin ella todos estaríamos perdidos, pues el pecado seguiría acompañándonos hasta nuestros últimos días.

Sin embargo, es ahí en medio de nuestras imperfecciones y deficiencias donde aparece el amor de Dios, y eso es precisamente lo primero que debemos mencionar cuando nos referimos a la condición perdida del hombre, que Dios por su gran amor quiso ayudarnos, quiso salvarnos, aunque no lo merecíamos. A ese acto impulsado por el amor de Dios hacia nosotros es lo que en la Biblia se le conoce como “Gracia”.


 

Este es posiblemente el Salmo más cococido, y sin duda uno de los más hermosos. Algunos usan este salmo como amuleto, lo tienen abierto en sus Biblias en algún rincón de la casa, otros lo recitan día y noche, en forma de oración a Dios. Definitivamente muchos usos se le han dado. Pero este salmo expresa de forma poética aquello que sentía su escritor con respecto a Dios, y las imágenes, los detalles son maravillosos.

Este salmo es una comparación, de la relación de un pastor con sus ovejas, con el salmista y su Dios. La imagen del pastor y las ovejas era común en la época, todos los veían, muchos lo eran. El pueblo de Dios, desde sus inicios fue conformado de pastores, comenzando con Abraham. Así que esta era una imagen común, pero no por eso dejaba de ser hermosa y perfecta.


 

Entre más leo las Bienaventuranzas, más enseñanzas y perspectivas descubro a lo largo del tiempo acerca de lo que Jesús quiso enseñarnos con esas máximas del Reino. Pero lo primero que me gustaría decir de ellas, considerando el entorno al que Jesús se dirigió en aquel entonces, es que sencillamente desconciertan. No había quizás palabras menos indicadas que las que pronunció el Señor en aquella ocasión, o por lo menos no eran las que la audiencia quería escuchar.


 

Uno de los planteamientos que a menudo se hacen muchas personas es acerca del sufrimiento y lo que no hace Dios, es decir, impedir que las personas sufran. Sobre todo, cuando hablamos de inocentes o personas que podrían ser reconocidas como buenas, honestas o justas. Puesto que es un hecho real, a saber, que la gente buena sufre, muchas personas en vista de dicha situación prefieren optar por dejar de creer en Dios, pues cómo puede ser posible que un Dios Justo y Bueno, permita que las personas igualmente justas y buenas sufran. La ausencia de la intervención de Dios en esos momentos es una prueba ─dicen ellos─ que “Dios” no existe.


 

Así que recomiendo, ante todo, que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos, 2 especialmente por los gobernantes y por todas las autoridades, para que tengamos paz y tranquilidad, y llevemos una vida piadosa y digna. 3 Esto es bueno y agradable a Dios nuestro Salvador.” (1 Tim 2:1-3)

Poco nos detenemos a pensar acerca de la importancia de las leyes. Pasajes como estos nos enseñan que las leyes están con el propósito de que vivamos en paz y tranquilidad.


 

Cuando leo algunos escritos  a través de internet o escucho a algunos hablando acerca del tema bien sea por Tv, radio o en persona, me sorprende la gran confusión que existe en relación a este aspecto de la Biblia.

Para algunos el anticristo es un ser que bajo el dominio de Satanás traerá mucho caos y sufrimiento a esta tierra. Aún no ha llegado, pero más de uno promueve diferentes pruebas que según sus análisis, demuestran que el tiempo de su llegada está cerca.


 

¿Te has preguntado alguna vez acerca de lo que enseña la Biblia con respecto a nuestra salvación?

Es probable que incluso tengas alguna idea acerca de esto debido a lo que has escuchado o aprendido. En este artículo pretendemos usar la propia Biblia para que nos enseñe lo que Dios espera que hagamos y lo que piensa acerca de nuestra salvación. Un tema que merece liberarnos de prejuicios e ideas preconcebidas y permitir que sea el Señor quién nos hable a través de su Santa Palabra.

Si deseas saber esta información, considera los siguientes pasajes: ¿Qué debo hacer para ser salvo?

 


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